Mucho se habla de la importancia de una buena copa para poder apreciar un vino en todo su esplendor. Nadie discute hoy en día que un buen vino, un cóctel o, incluso el agua, lo disfrutamos más si el recipiente es el más adecuado para ello. Hay copas de vino con una presencia imponente, que nos predisponen de manera muy positiva antes de comenzar una cata, pero que además, realzan aromas y sabores e incluso su peso y finura influyen en eso llamado «experiencia gastronómica».
Con las vajillas pasa un poco lo mismo, y comer en un plato descascarillado, está claro que no le gusta a nadie, pero podemos ir un poco más allá, y comprobar que una vajilla de calidad es parte esencial en un buen restaurante. De hecho, todos los grandes chefs, como Quique Dacosta, Andoni Luis Aduriz, Paco Roncero, Dani García y por supuesto los hermanos Adriá, por citar solo unos pocos, son conscientes de ello, y no dudan, incluso, en encargar platos a medida para presentar sus recetas. Un lujo que pocos restaurantes pueden permitirse, pero siempre es bonito buscar ese plato, nos referimos al continente, que encaja a la perfección con ese otro «plato» que sería el contenido.
Según nos comenta Sara Valverde, Responsable de Marketing y Comunicación de Porvasal, el único fabricante de vajillas de porcelana que queda en España, el diseño es lo primordial, pero además, este maridaje entre platos puede ser por su procedencia, por ejemplo, una receta con toques orientales, nos pide a gritos que sea servido en un recipiente con cierta inspiración asiática. También el producto que vayamos a consumir, podría ser un arroz, nos puede marcar el uso de un plato determinado. Otro factor que debemos tener en cuenta es el diseño puramente funcional, es decir, que el plato se adapte perfectamente a las exigencias estéticas y técnicas de la receta y, por ejemplo pueda retener una salsa o realzar algún ingrediente.
Pero esto es solo el comienzo, lo importante es contar una historia a dúo, entre el plato y la receta que hemos cocinado, para que encajen hasta tal punto, que no se conciba una sin el otro… y convertirse así, en un plato perfecto.
Bellas las vajillas